Nuestra visión

Los geek no lo tenemos nada fácil. La evolución de la electrónica que vivimos a partir de los 80 se ha tornado en revolución. Hace apenas 5 años no teníamos tabletas y éramos felices con nuestro tronco-móvil Motorola o Nokia. El iPhone estaba en pañales y de Android solo llegaban rumores. En este breve parpadeo, las redes sociales nos han colonizado y llevamos nuestra vida en el bolsillo, almacenada en un aparato que es (cada vez menos teléfono) el cordón umbilical que nos liga a esa otra vida virtual en la que muchos querrían perderse para siempre.

Atravesamos un momento muy delicado, completamente rupturista que nuestra sociedad asimila a trompicones. Somos Hansel y Gretel saltando de las ventanas de azúcar a las tejas de turrón. Tanto tiempo caminando por el bosque que al encontrar la casita de galleta y chocolate nos lanzamos a mordisquearlo todo. A lo loco, así saltamos de una red social a una nueva app para el móvil, incapaces de gestionar con coherencia la exposición pública de nuestra vida privada o los peligros virtuales que acechan a la vuelta de cualquier clic cual bruja Piruja.

En medio de esta montaña rusa crecen las generaciones de las que se espera lo mejor. Nosotros no hemos podido acabar con las guerras, reconciliar a la Humanidad, solucionar el hambre del mundo o controlar las peores enfermedades. Tal vez estas nuevas generaciones, las más preparadas de la historia puedan mejorar nuestra marca. Alcanzar la meta no resultará fácil a la vista de como estamos dejando el planeta, pero a cambio contarán con los mayores adelantos técnicos y científicos de la Historia. Confío ciegamente en que sean espabilados, despiertos, curiosos, atrevidos, críticos. Nuestros esfuerzos deben enfocarse en mantener vivas esas cualidades que les permitirán sacar jugo a la vida en cualquier situación. Pero cuidado, el riesgo de despiste y apoltronamiento es muy grande. La tecnología a la que aludo continuamente es una balanza de complicado equilibrio. Nunca como en nuestros días hemos contado con tal cantidad de aliados tecnológicos. Infinitas opciones para que nuestra juventud se sienta inspirada y de rienda suelta a sus inquietudes más creativas. Tampoco nunca ha habido tantas opciones ni tan sencillas para dejarnos llevar y ser simples consumidores, grandes consumidores de ocio electrónico. Consolas, móviles, TV y redes sociales anulan nuestra chispa y amenazan con enterrar el espíritu ochentero que nos llevó a experimentar con todo tipo de cacharros electrónicos que caían en nuestras manos. Por si no fuera suficiente, nuestro país, con su gobierno a la cabeza, da la espalda a la educación e investigación públicas. No se las considera motor de futuro de la sociedad y se aleja de la tendencia potenciadora que mantienen paises considerados modélicos en estos temas. Necesitamos un esfuerzo extra para conseguir que la experiencia educativa de nuestros hijos e hijas no les convierta en europeos de segunda, sin criterio ni iniciativa ni esperanzas. Sumisos ciudadanos adoctrinados para engrasar las fábricas de multinacionales o chiringuitos de playa para disfrute del turismo.

Me rebelo contra todo esto. No puedo quedarme en la poltrona sin hacer nada. Esta rabia es la que me impulsó hace un par de años a comenzar con expeduca y espero que algunos de los trabajos que estamos cocinando sirvan para sumar granitos de arena a las toneladas que otros inconformistas están aportando con infinidad de proyectos, movimientos e iniciativas. Soñamos con devolver a la ciencia la importancia y el estatus que merece, creemos que lo inteligente es cool, disfrutamos más construyendo con las manos que tecleando con los pulgares y aunque jugar un rato con la PS3 mola, mola más programar tus propios videojuegos (y compartirlos).

Si eres de los nuestros, muéstra a tus peques lo divertido que resulta experimentar. Haz lo posible para que conozcan Scratch, Lego, Arduino, Raspberry Pi, el movimiento Maker, las impresoras 3D, la robótica… que descubran las inmensas posibilidades que les abren las nuevas tecnologías y la ciencia. Y no, no pretendemos cultivar un ejército de pequeños ingenieros, programadores o matemáticos. Las capacidades y destrezas que reportan este tipo de actividades les resultarán sumamente útiles en cualquier campo al que su vocación y talento les lleve. Tal vez podamos cambiar el futuro, porque el futuro se decide ahora en tanto en cuanto somos quienes educamos a nuestros hijos e hijas.

10-Wedo

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